Salmo 73 (72) B.
Jerusalén
1. Un itinerario
de la crisis hasta la fe (v.1b-17)
Tesis
1b En verdad bueno es Dios para Israel,
el Señor para los de puro corazón.
a) El malvado
(v.2-12)
2 Por poco mis pies se me extravían,
nada faltó para que mis pasos resbalaran,
3 celoso como estaba de los arrogantes,
al ver la paz de los impíos.
4 No, no hay congojas para ellos,
sano y rollizo está su cuerpo,
5 no comparten la pena de los hombres,
con los humanos no son atribulados.
6 Por eso el orgullo es su collar,
la violencia el vestido que los cubre;
7 la malicia les cunde de la grasa,
de artimañas su corazón desborda.
8 Se sonríen, pregonan la maldad,
hablan altivamente de violencia:
ponen en el cielo su boca,
y su lengua se pasea por la tierra.
10 Por eso mi pueblo va hacia ellos:
aguas de abundancia les llegan.
11 Dicen: “¿Cómo va a saber Dios?
¿Hay conocimiento en el Altísimo?”
12 Mírenlos: esos son los impíos,
y, siempre tranquilos, aumentan su riqueza.
b) El justo (v.
13-16)
13 ¡Así que (para qué) en vano guardé el corazón puro,
mis manos lavando en la inocencia,
14 cuando era golpeado todo el día,
y cada mañana sufría mi castigo.
15 Si hubiera dicho: “Voy a hablar como ellos”,
habría traicionado a la raza de tus hijos;
16 me puse, pues, a pensar para entenderlo,
¡ardua tarea ante mis ojos!
c) Viraje (v.
17)
17 Hasta el día en que entré
/_ en los divinos
santuarios,
donde su destino comprendí.
2. Experiencia
de la fe (v. 18-27)
a) Destino del
malvado (v. 18-22)
18 Oh, sí, tú en precipicios los colocas,
a la ruina los empujas.
19 ¡Ah, qué pronto quedan hechos un horror,
cómo desaparecen sumidos en pavores!
20 Como en un sueño al despertar. Señor
así, cuando te alzas, desprecias tu su imagen.
21 Sí, cuando mi corazón se exacerbaba,
cuando se torturaba mi conciencia,
22 estúpido de mi, no comprendía,
era bestia ante ti.
b) Destino del justo (v. 23-26)
23 Pero a mí, que estoy siempre contigo,
de la mano derecha me has tomado;
24 me guiarás con tu consejo,
y tras la gloria me llevarás.
25 ¿Quién hay para mí en el cielo?
Estando contigo no hallo gusto ya en la tierra.
26 Mi carne y mi corazón se consumen:
¡Roca de mi corazón, mi porción, Dios por siempre!
c) Conclusión
(v. 27-28)
27 Sí, los que se alejan de ti perecerán,
tu aniquilas a todos los que son adúlteros.
28 Mas para mi, mi bien es estar junto a Dios;
he puesto mi cobijo en el Señor,
/_ a fin de publicar todas sus obras!.
Este
salmo me atemoriza, Señor. Tu imagen de juez justiciero, con la copa del
castigo en tus manos, acercándola inexorablemente a los labios del pecador y
haciéndole beber las heces de la
sentencia eterna, sin que nadie pueda salvarlo. Palabras de temor en salmo de
oración.
El
Señor tiene una copa en la mano,
un
vaso lleno de vino drogado;
lo
da a beber hasta las heces
a
todos los malvados de la tierra.
Imagen
temible de juicio y condena. Pero no quiero ignorarla, Señor; no quiero pasarla
por alto, no quiero disimularla. La justicia es parte de tu ser, y la acepto y
la adoro como acepto y adoro tu misericordia y tu majestad. Eres el justo juez,
y la copa del castigo está en tus manos. Que no me olvida nunca de eso, Señor.
No
pretendo escapar del castigo, ni podría aunque quisiera. "Ni del oriente
ni del occidente, ni del desierto ni de los montes" le puede venir auxilio
al pecador. Conozco mis maldades, y sé que mis labios se han condenado ellos
mismos a tocar el borde de la copa de la maldición. Pero no pienso en
esconderme y huir. Temo a la copa, pero me fío de la mano que la sostiene.
Espero tranquilo la llegada del juez.
Espero
sin miedo, porque pienso en otra copa, en otro cáliz, lejano en tiempo, pero
cercano siempre a la realidad de la culpa y del perdón. Cáliz de amargura,
sufrimiento y dolor. Cáliz de pasión y muerte. Y también ese cáliz estaba en
tus manos en la soledad de un huerto donde los rayos tímidos de la luna fría se
filtraban estremecidos por el ramaje de olivos venerables hasta el suelo
consagrado por un sudor de sangre. El cáliz estaba lleno de licor de muerte. Y
no pasó de largo. Fue bebido hasta las heces. Misterio del cáliz de la noche del
huerto que perdona el cáliz de castigo destinado a mis labios.
Ésa
es, Señor, la grandeza de tu misericordia y la gloria de tu redención. Te he
alabado por los cielos y la tierra, por el sol y la luna, y te alabo ahora
muchísimo más por la grandeza de tu obra de salvación, por haber redimido al
hombre con la vida, la muerte y la resurrección de tu Hijo. Bendito seas,
Señor.
Te
damos gracias, oh Dios,
te
damos gracias
invocando
tu hombre,
contando
tus maravillas.